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JUECES 21.25

En ese tiempo Israel no tenía rey y cada uno hacía lo que mejor le parecía.


Por: Mario Néstor Fleita

Tiempo:

Hay un tiempo para cada cosa, todo tiene su tiempo, el hombre está sujeto al tiempo, pero existe un tiempo de Dios que es superior y poderoso. Dios actúa siempre por tiempos. El tiempo, simplemente transcurre sobre el hombre sin que el hombre pueda hacer nada para modificarlo y cambiarlo. Es una cárcel. El hombre nace en el tiempo, vive en el tiempo y se derrumba en el tiempo. Todo colapsa en el tiempo. Está escrito que algún día, el mismo mundo será destruido por el tiempo y en el tiempo.

Sin embargo, como decía Albert Einstein, el tiempo no existe. Simplemente es una abstracción del hombre, es una ilusión, una quimera. El tiempo, en sí, es una irrealidad. Nuestra forma de medir el tiempo no tiene ningún sentido más allá del planeta tierra. Un giro sobre sí mismo, el día. Un giro alrededor del sol, un año. Pero allá afuera, en el espacio infinito, nuestros cronómetros y relojes no sirven para nada.

Hay dos tiempos, lo han dicho los griegos.

KRONOS:

denota un lapso de tiempo, sea largo o corto. El tiempo humano, representado por ese maléfico dios KRONOS, palabra de la cual sacamos las nuestras Cronómetro, Cronología, Cronograma. KRONOS, el tiempo griego del tiempo humano. Este dios, KRONOS, era para los griegos el dios de la tiranía. No es casual; hasta hoy este dios sigue tiranizando a los hombres. ¿Cuántos han escuchado decir a alguien que el tiempo es tirano? En ese tiempo terrible de esa rueda impactante que es la vida, con el nacimiento y la muerte. Es la rueda de la cual habla Santiago en el capítulo 3 de su carta cuando alude a “La rueda de la creación”. La versión original de Casiodoro de Reina, dice: “La rueda de nuestro nacimiento”.

KAIROS:

es el tiempo divino. Cronos marca cantidad; kairos, calidad. Es tiempo divino, calendario divino.

No había rey en Israel

Israel:

Dios elige a alguien para hacer su obra. Una nación, un pueblo, especial tesoro. Personas, hombres y mujeres. Abraham, llamó por su nombre, A Samuel, a Pablo, Dios te conoce y te llama.

Territorialidad:

Les dio a Canaán, pensó en gente y pensó en la tierra. Luchó por los recursos. Pero primero trabajó con la gente, los moldeó los instruyó, los preparó, los concientizó para la conquista. Les dio su palabra y después les dio la Tierra.

Rey:

Gobierno. Dios gobernaba directamente a su pueblo. Pero ellos querían un cambio de gobernante. Querían elecciones. Tenían otro candidato: un hombre. Tu candidato ¿es Dios o el hombre?. No importa como se llame, Saúl, David, Salomón, etc. Sólo son hombres y los hombres fracasan. Dios siempre permanece fiel. Les dio lo que pidieron pero envío mortandad sobre ellos. Querían carne, les dio codornices. Querían un hombre gobernante, les dio a Saúl. Nunca el pueblo alcanzó con el gobierno de un hombre el nivel que Dios quería que alcanzasen. A muchos ángeles tampoco les gustó el gobierno de Dios, tenían otro candidato: Lucifer. Pero Dios lo arrojó, le dijo espanto serás. ¿Quién es tu candidato? El establecimiento de un reino no los llevó a un estado de perfección. Solo cuando David ascendió al trono pudo Israel soltarse de sus trágicos ciclos de desesperación y deterioro. David, el escogido de Dios, fue tipo del Rey que un día llegaría: Jesucristo. Jueces habla también de la necesidad de un libertador o salvador. La liberación que lograban aquellos jueces humanos era siempre temporal, parcial e imperfecta. El libro apunta a Jesucristo, el eterno gran Juez (Salmo 110.6), Rey y Salvador de su pueblo. En Israel los profetas no permitían al pueblo creer en la deidad del rey; y los sacerdotes limitaban las funciones religiosas del rey. El rey «reinaba» en calidad de representante sobre la tierra del dios (o de Dios) al que se le reconocía como el verdadero rey. Por esta razón, se le consideraba hijo de dios (o de Dios). Este mismo concepto se tenía en Israel (Salmo 2.6). También en Israel Dios era Rey: «Jehová reinará eternamente y para siempre» (Éxodo 15.18).

El significado básico de mamlakah tiene que ver con el territorio de un «reino». El término se refiere a naciones no israelitas gobernadas por un melek, «rey»: «Acontecerá que al fin de los setenta años visitará Jehová a Tiro; y volverá a comerciar, y otra vez fornicará con todos los reinos del mundo sobre la faz de la tierra» (Is 23.17). Mamlakah sirve de sinónimo de am, «gente» o «pueblo», y goÆy, «nación»: «Cuando andaban de nación en nación, y de un reino a otro pueblo» (Sal 105.13 rva). Mamlakah también señala a Israel como el «reino» de Dios: «Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa» (Éx 19.6). El reino davídico fue el agente teocrático por el que Dios reinaba sobre su pueblo y los bendecía: «Tu casa y tu reino serán firmes para siempre delante de mí, y tu trono será estable para siempre» (2 S 7.16).

No obstante esto, el mamlakah unido se dividió después de Salomón en dos reinos que Ezequiel predijo se reunirían: «Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel, y todos ellos tendrán un solo rey. Nunca más serán dos naciones, ni nunca más estarán divididos en dos reinos» (Ez 37.22 rva).

El Reino de Dios

Debido a que esta tierra es la escena de una rebelión universal contra Dios (p.ej., Lc 4.5, 6; 1 Jn 5.19; Ap 11.15-18), el Reino de Dios es la esfera en la cual, en cualquier momento dado, se reconoce su gobierno. Dios no ha cedido su soberanía frente a la rebelión, sea esta demoníaca o humana, sino que ha declarado su propósito de afirmarla (Dn 2.44; 7.14; 1 Co 15.24,25). En el ínterin, buscando obediencia bien dispuesta, Él dio su Ley a una nación y designó reyes para que administraran su Reino sobre dicha nación (1 Cr 28.5). Israel, sin embargo, aunque declarando todavía una adhesión nominal, se unió a la rebelión general (Is 1.2-4), y, después de que hubieran rechazado al Hijo de Dios (Jn 1.11; cf. Mt 21.33-43), fueron «excluidos» (véase Ro 11.15,20,25).

Desde entonces Dios llama a los hombres en todos lugares, sin distinción de raza ni de nacionalidad, para que se sometan voluntariamente a su gobierno. Por ello se dice del Reino ahora que es «en misterio» (Mc 4.11), esto es, no se halla dentro del campo de los poderes de observación naturales (Lc 17.20), sino que se discierne espiritualmente (Jn 3.3; cf. 1 Co 2.14).

Cuando, en el futuro escatológico, Dios afirme su gobierno de una manera universal, entonces el Reino lo será en gloria, esto es, será manifiesto para todos; cf. Mt 25.31-34; Flp 2.9-11; 2 Ti 4.1,18.

El principio fundamental del Reino es declarado en las palabras del Señor dichas en medio de un grupo de fariseos: «el Reino de Dios está entre vosotros» (Lc 17.21); esto es, allí donde está el Rey, allí está el Reino. Así, en este tiempo presente, y por lo que a esta tierra respecta, el lugar donde el Rey se encuentra y donde se reconoce su gobierno es, primeramente, el corazón del creyente individual (Hch 4.19; Ef 3.17; 1 P 3.15); y luego en las iglesias de Dios (1 Co 12.3,5,11; 14.37); cf. Col 1.27, donde en lugar de «en» se debe leer «entre».

Y ahora, siendo que el Rey y su gobierno son objeto de rechazo, aquellos que entran en el Reino de Dios entran en conflicto con todos los que rechazan adherirse a Él, así como con el deseo de comodidad, y con la aversión al sufrimiento e impopularidad, consustanciales a todos. Por otra parte, los súbditos del Reino son objeto del cuidado de Dios (Mt 6.33), y del Rey rechazado (Heb 13.5).

La entrada al Reino de Dios es por el nuevo nacimiento (Mt 18.3; Jn 3.5), porque nada que el hombre pueda ser de naturaleza, o que pueda alcanzar por cualquier tipo de cultivo de sí mismo, sirve en el reino espiritual. Y como la nueva naturaleza, recibida por el nuevo nacimiento, se hace evidente en la obediencia, se dice además que solo aquellos que hacen la voluntad de Dios entrarán en su Reino (Mt 7.21), donde, sin embargo, el contexto muestra que la referencia es al futuro, como en 2 P 1.10,11. Cf. también 1 Co 6.9,10; Gl 5.21; Ef 5.5.

La expresión «Reino de Dios» aparece cuatro veces en Mateo, donde el término usual es «Reino de los Cielos». Este último no aparece en ningún otro lugar del Nuevo Testamento, con la excepción de 2 Ti 4.18: «su Reino celestial». Este reino es idéntico al Reino del Padre (cf. Mt 26.29 con Mc 14.25), y con el Reino del Hijo (cf. Lc 22.30).

Así, hay tan solo un reino, descrito de varias maneras; del Hijo del Hombre (Mt 13.41); de Jesús (Ap 1.9); de Cristo Jesús (2 Ti 4.1); de Cristo y de Dios» (Ef 5.5); de nuestro Señor y de su Cristo» (Ap 11.15); de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo» (12.10); de su amado Hijo» (Col 1.13).

Con respecto al futuro, el Señor enseñó a sus discípulos a orar así: «Venga tu reino» (Mt 6.10), donde el verbo se halla en tiempo puntual, lo que impide la noción de un progreso y desarrollo gradual, e implicando una catástrofe repentina como se declara en 2 Ts 2.8.

Por lo que respecta al presente, el hecho de que alguien pertenezca al Reino de Dios no se evidencia en la observancia puntillosa de ordenanzas, que son externas y materiales, sino en cosas más profundas del corazón, que son espirituales y esenciales, esto es, «justicia, y paz, y gozo en el Espíritu Santo» (Ro 14.17).

Por lo que respecta a las expresiones «el Reino de Dios» y el «Reino de los Cielos», en tanto que a menudo se emplean de una manera indistinta, no sigue de ello que en cada caso signifiquen exactamente lo mismo y que sean totalmente idénticas.
El apóstol Pablo se refiere a menudo al Reino de Dios, no dispensacionalmente, sino en lo moral (p.ej., Ro 14.17; 1 Co 4.20), pero nunca de este modo del Reino de los Cielos.

«Dios» no es equivalente a «los cielos». Él está en todas partes y por encima de todas las dispensaciones, en tanto que «los cielos» se distinguen de la tierra, hasta que el Reino venga en juicio, poder y gloria (Ap 11.15) cuando el gobierno en los cielos y sobre la tierra vendrán a quedar unificados en uno solo.

Así, en tanto que la esfera del Reino de Dios y del Reino de los Cielos son en ocasiones idénticas, no se puede, sin embargo, utilizar ambos términos como indiscriminadamente sinónimos. En el «Reino de los Cielos» (32 veces en Mateo), el cielo está en antítesis a la tierra, y la frase se limita al reino en su aspecto terreno para el tiempo presente, y se utiliza solo dispensacionalmente y en relación con Israel.

En el «Reino de Dios», en su más amplio aspecto, Dios está en antítesis a «hombre», y el término significa la completa esfera del gobierno y actuación de Dios en relación con el mundo. Tiene un sentido moral y espiritual y es el término genérico para el reino en todo tiempo. El Reino de los Cielos es siempre el Reino de Dios, pero el Reino de Dios no está limitado al Reino de los Cielos, hasta que en su forma final vengan a ser uno y lo mismo; p.ej., Ap 11.15; Jn 3.5; Ap 12.10».

No había: Tiempo pasado. En esos tiempos no había rey humano, porque Dios no lo quería, Él tenía otros planes. Pero, este versículo también nos habla de una promesa, Dios mismo vendría a la tierra y sería su rey. Por elevación se está hablando, no de un rey, sino de EL REY.

Piensen en esto. Dios dijo voy a descender en forma de hombre y seré su rey: Dios, un rey como ellos. Y vino Dios, el verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, mostró su gloria. Dios vino para ser el rey de Israel. Para ellos, Israel, el pueblo judío, los hebreos, por fin lo tuvieron en la tierra. Sin embargo, a la hora de reconocerlo, y, aunque escribieron este eslogan: Jesús de Nazareth rey de los Judíos, no lo quisieron, lo rechazaron, porque esa inscripción la pusieron en la misma cruz en donde lo colgaron, lo clavaron, lo injuriaron y lo mataron.

Cada uno:

Dentro del conjunto quiero decirte que Dios es personal, el conocía cada a cada uno de ellos, como conoce a cada uno de sus hijos. Tu madre, no puede creer por ti; tu pastor, no puede creer por ti. Tu hijo, no puede creer por ti; etc. Cada uno era su propia autoridad y actuaban según sus propias opiniones.

Doblarás tus rodillas, ¿lo aceptarás como rey ahora? o un día será tu juez.

Apocalipsis 1.5 “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra”.

Apocalipsis 11.15 “El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará por los siglos de los siglos”.

 
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